¡Que la edad no nos cambie!….

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Hay circunstancias en nuestras vidas que nos hacen cambiar mucho, tanto nuestra forma de pensar y de actuar, conforme pasan los años nos volvemos o más amargados, ambiciosos, ansiosos, desesperados, selectivos, huraños, caprichosos, berrinchudos, y muchos se vuelven ajenos a lo que pasa en su mundo alrededor. Algunos se encierran tanto en ellos mismos, que se desatienden no solo del mundo exterior, sino de todo lo que gira en torno a ellos. Y claro es obvio que a veces los tropiezos de nuestras vidas, cada error, cada lección te puede cambiar tu forma de percibir todo, aunque claro con esto no quiero decir que todo el mundo en general sea así, porque claro hay sus excepciones.

Pero hay que ponernos a pensar que claro existen cosas que ya no se encuentran dentro de nuestras manos tratar de arreglarlas, pero hay algunas otras a las que les damos por completo la espalda sin darnos cuenta que también forman parte de nuestra vida, de nuestro mundo, de nosotros mismos.

Dicen que el tiempo no nos hace más maduros, ni responsables; pero eso es cuestión de cada persona el madurar, el actuar, el conocer, la percepción de cada cosa. Y que a veces la edad es un simple número, que en ocasiones no nos hace ser las personas que queremos ser, sino al contrario nos hace evolucionar según los momentos, las situaciones, las percepciones.

Pero quiero decirles que la edad no lo es todo, que conforme pasa nuestro vivir eso no nos debe de volver más sabios, porqué jamás lo seremos; que no nos hace ser más maduros, porque en momentos dejamos de actuarlo; que no nos hace más fuertes porque a veces nos derrumbamos sin aviso alguno.

Pero claro también el paso de los años puede hacernos de carácter más fuerte, de personas más estratégicas, nuestros intereses poco a poco van dando un giro, nuestros sueños van cambiando o cayendo, nuestras ilusiones van desapareciendo a través del viento, el amor se vuelve más costumbre, más metódico, menos intenso. Pero quiero decirles que no debemos permitir que en el transcurso de nuestras vidas dejemos las cosas importantes de lado, no dejemos que aquello que vale la pena desaparezca y se nos vaya de entre las manos, no nos alejemos de todo aquello importante que es parte de nuestras vidas, de nuestros días.

He escuchado por ahí en algunas personas que cuando nuestros hijos crecen, debemos dejarles que vuelen; pero yo creo que no con esto quiere decir que al llegar ellos a cierta edad dejemos todo lo que les pasa de lado, creo que a ninguna edad los hijos dejan de ser hijos; claro a veces se vuelven más independientes y hay que dejarlos cometer sus errores, que la vida a veces les dé sus propias lecciones; pero cuando algunos de sus problemas estén al alcance de nuestras manos no hay porque abandonarlos a su suerte.

Sé que la edad a veces nos hace ser más duros, pero hay que serlo con las personas indicadas; que a veces la edad nos vuelve más amargados, fríos; pero hay personas, situaciones que pueden llenarnos de alegrías, con tan solo su presencia, que a veces nos volvemos tan huraños con nuestras pertenencias, con lo que podamos llegar a poseer, que nos volvemos ajenos a las necesidades de los demás, a los sufrimientos de quienes nos rodean.

De verdad amigos no dejemos que la edad nos cambie, seamos los mismos de siempre, demos sin esperar nada a cambio, pongamos siempre en primera fila a todos aquellos quienes nos rodean, nuestros hijos, parejas, familias, amigos. Seamos conscientes que al irnos de este mundo nada nos llevaremos, sino al contrario; debemos dejar buenas huellas, recuerdos memorables.

No dejemos que nuestros segundos matrimonios o parejas, también nos haga alejarnos de nuestras familias; demos amor y bienestar sin medida, seamos inteligentes y capaces de decidir por nosotros mismos lo que es mejor para quienes aún a pesar de haber formado nuevas familias siguen siendo importantes para nosotros; creo que sus nuevas compañeras (os) de vida deben estar conscientes que existían personas antes que ellos.

He vivido casos de cerca que en donde los padres dejan de tomar ese rol, que solo se vuelven padres de nombre, en las que suponemos que todo mundo debe forzosamente caminar a su propio ritmo, y el valor de la vida no significa alejarse de quienes creemos ya han formado sus vidas, o de quienes pensamos no nos necesitan.

No dejemos de lado el afecto y la comprensión, la solidaridad y la lealtad, la ayuda y la compañía, la paz y la esperanza, la confianza y la fe; recordemos que la edad es un número y que a pesar de nuestro camino recorrido vamos dejando huellas y recuerdos a los demás.

Vivamos cada día como si fuera el último, reflexionemos sobre cómo hemos vivido nuestras vidas, sobre que hemos dado, cómo hemos ayudado. Demos un instante para nosotros y vamos a ponernos a pensar sobre cuántas sonrisas hemos dibujado o cuántas lágrimas hemos hecho derramar, cuántos corazones hemos sanado o cuántos hemos destrozado, sobre cuánta ayuda hemos brindado o cuánto hemos quitado, sobre cuánto bien hemos hecho o cuánto mal pudo ganar, sobre cuántas peleas hemos tenido o cuántas nos han ganado, sobre cuánto amor hemos dado, cuánta calidez hemos brindado, cuánto buen trato. Regalémonos un momento para reflexionar, para poner las cartas en la mesa, para hablarnos con sinceridad y saber si somos las personas que queremos y necesitan los demás.

Claro, vivamos como si fuera el último día; demos sin esperar recibir, para cuándo dejemos la vida terrenal, seamos recordados por nuestras acciones, por lo que dimos y ofrecimos. Seamos las personas que el mundo necesita, que nuestras parejas, hijos, familias necesitan. Seamos solidarios a las necesidades, a los sentimientos de los demás. No dejemos a los demás la comodidad de responder por nosotros, de actuar por nosotros. La semana pasada hablamos sobre la Ley de Causa y Efecto, así que recordemos que todo el bien que damos nos será regresado con creces, quizá no hoy ni mañana pero la vida siempre nos premia cuando actuamos de buena manera. Somos adultos, tomamos decisiones mientras aún contamos con nuestras facultades mentales saludables, veamos no solo por nuestros intereses, echemos un vistazo a las personas que nos rodean. Seamos los padres que nuestros hijos necesitan, seamos los esposos o las parejas con las que siempre imaginamos un futuro, seamos la familia que deseamos, seamos los amigos que queremos a nuestros lados, seamos los jefes que nuestros empleados necesitan, o los empleados que los jefes quieren. Apoyemos, demos, que el hecho de dar un poco no nos hace más pobres, que el hecho de dar más amor, no nos achica el corazón.

Que ninguna circunstancia en nuestras vidas nos haga cambiar, tratemos de ser fuertes, generosos, cariñosos, empáticos, pacientes, sinceros, sociables, siempre que se pueda. Demostremos que somos unas grandes personas, dejemos huellas imborrables en la memoria y en los corazones de los demás.

Los invito a leerme en el Diario Digital e impreso EXTRA de La Laguna y en mi página de Facebook: Estrellas en el Cielo (Escritor).

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