Irma, digamos ¡salud!… la Casa paga

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Un domingo de primavera, conocí a René de la Torre en el circo Atayde, en las gradas de tabla dura para ser preciso: llevaba cinco niños ¿(sus hijos? Y a todos les compró “palomitas”, según recuerdo. Yo fui con mis dos nietos y nos sentamos una tabla más abajo, pero yo no les compré nada. Yo fui a lo mío: a admirar a las trapecistas y sus medias y mallas deshilachadas. René sabía que yo trabajaba en El Siglo y yo sabía también que él era reportero de “La Opinión”. Nos miramos uno al otro, él de arriba hacia abajo y yo a la inversa, es decir, de abajo hacia arriba, y a partir de ese momento surgió la amistad. Me cayó bien y hubo reciprocidad de su parte.

Las trapecistas impidieron que entabláramos plática, pues yo me concentré en sus maromas, vuelos y acrobacias (las de las cirqueras, no las de René) y no las perdí de vista, ni siquiera cuando uno de los nietos –Carlitos su nombre- me pidió cinco pesos para comprar una coca cola. Sin voltear a verlo, saqué del bolsillo del pantalón cinco pesos y se los puse en la mano. Eso pensé, porque muchos años después, el nieto me aclaró que no le di ningún dinero por estar embobado (yo, no él) en los vuelos de las damas que iban y venían por encima de mi cabeza, me hacían guiños y me saludaban con sus piernas. Con las manos no, porque de otro modo hubieran caído en mis brazos.

(Una aclaración no pedida ni solicitada: mi afición por las trapecistas no fue por verles las mallas o porque me cayera una en mis rodillas, sino por el deseo de apreciar el arte circense que desarrollan en las alturas, sus piruetas de alto riesgo y espectacularidad; sus preciosidades, pues, para no hacerles el cuento tan largo)

El tiempo pasó y el trato entre ambos se hizo más frecuente, pero sin profundizar en las tareas profesionales de uno y otro y es día todavía que nunca supe qué hacía René en “La Opinión” o que área reporteril cubría; sociales, las fuentes policíacas o las oficiales o simplemente era el “chícharo” de la Redacción, como fue mi caso.

René comenzó como reportero en “La Opinión” pero pidió su baja para entrar a El Siglo de Torreón, donde prontamente alcanzó la jefatura de Información, designado por el director don Antonio de Juambelz, debido a su seriedad y profesionalismo en la carrera. En dos meses conquistó con sus galas a la reportera Irma, el amor floreció y entre ambos comenzaron a fraguar la fuga en busca de nuevos horizontes. De esa unión fortuita nació “EXTRA de La Laguna”

Al grupo reporteril de mis tiempos llegaron posteriormente Hugo Ramírez Iracheta, Gerardo García Cruz y otros reporteros cuyos nombres ya se me olvidaron. Todos conocían a René y formaron una fraternidad que cultivó amistades fuera y dentro de los periódicos, sobre todo afuera, en las cantinas donde es más fácil explayarse y descubrir los sentimientos, ambiciones y experiencias del trabajo de cada uno. De las familias nunca hablamos, pues había respeto y discreción.

Fuimos amigos y figuradamente rivales, en el primer caso por amistad; en el segundo, por desempeñar cada uno tareas en periódicos distintos, él por su lado y yo por el mío, y me acuerdo también que nunca coincidimos en una fuente informativa o en un lugar donde había ocurrido un accidente, o sea que sólo por portar el gafete imaginario de reportero sabíamos a los que nos dedicábamos en nuestros respectivos diarios. Esta cita viene a cuento, porque en mi ámbito me enfrenté a los periodistas de rompe y rasga que le dieron vida informativa a “La Opinión”,

Alejandro Saborit, Eduardo Elizalde y Arturo Cadivich, Pedro Belmonte Rivas y Cuauhtémoc Torres, con quienes René igualmente se hizo amigo, como sucedió también con Jesús Máximo Moreno. Máximo apreció las cualidades de René de la Torre, sobre todo su don de gentes (El de René, no el de Máximo, que en ese sentido también se las gasta)

El oficio nunca fue causa de distanciamiento o de envidia con René, por el contrario, como ya dije líneas arriba, fue un factor que nos unió más en cuestiones de amistad y de disponibilidad por parte del fundador del periódico “EXTRA de La Laguna”. Tan pronto se enteró que volví a escribir después de mi jubilación, me abrió las páginas de su diario para difundir mis textos, tan largos como la avenida Juárez y tal vez aburridos, pero él, René, nunca tuvo observaciones alusivas y en cierto momento llegué a abusar de su hospitalidad enviando escritos que llenaban toda una página.

Desde su paso por “La Opinión”, René comenzó a manejar en su mente la posibilidad de fundar un periódico vespertino, no para competir con “La Opinión de la Tarde”, pero sí para ofrecer a los lectores un nuevo estilo de periodismo, más desenvuelto y más cercano, con colaboradores de primer nivel en las diferentes secciones que lo conforman, preferentemente en su calidad de comentaristas, analistas y narradores de los sucesos de la vida cotidiana. Tuve el orgullo de conocer, de primera mano, los planes del estimado periodista, quien desde un principio contó con mi apoyo, no como voceador ni agente de publicidad, sino simplemente como columnista y eso es lo que estoy haciendo hasta ahora y lo hago sin paga, porque Irma Bolívar Ayala, esposa de René, afirma no haber recibido en ningún momento instrucciones en ese sentido. Ahora tiene en sus filas al experimentado y docto catedrático de periodismo Paco Palomo Rosado como Jefe de Información. Espero que él rompa el hechizo codomontano y nos incorpore a las filas de los bien pagaos.

Irma Bolívar Ayala merece un reconocimiento extra en una aventura que ella ayudó a materializar con una entrega total a un proyecto que muy pronto se volvió una realidad. Asesoró en todo momento a su pareja, ambos trabajaron incansablemente en la idea y le dieron forma y vida hasta llegar al Cerro de las Noas. (Esta cita es inevitable de mi parte, porque el viernes pasado Irma fue a reportear la inauguración de un observatorio de los cielos laguneros, marcianos, venusinos y jupiterianos, instalado en el complejo de las Noas) o sea que ella, la mujer incansable, acude a todas partes al estilo de los viejos reporteros que no esperaban el “pitazo” sentados ante el escritorio, sino que corrían al sitio de los sucesos. En esa línea actúa (otra cita ineludible) mi amigo y ex compañero de chamba Primitivo González con un ameno y conmovedor reportaje publicado por El Siglo de Torreón sobre un indigente que duerme sobre las bancas de la plaza de armas de Torreón, de nombre Benito. A Primitivo, acordándome de mi hermano Angelito cuando fue jefe de Redacción de El Siglo, le giré órdenes terminantes para que ipso facto investigue por qué motivo no ha sido tramitada una pensión para esta persona a quien han abandonado sus familiares. Repeló pero le hice ver que estas son las consecuencias de que los periodistas se involucren en los problemas de los demás. “O lo ayudas o a ver cómo le haces”, le advertí látigo en mano y con el ceño fruncido (ceño: entrecejo, sobrecejo, arruga, cerco, cariz, señal) Pues bien, si bien René no dejó instrucciones de nóminas de pago, en cambio inculcó en su mujer un espíritu de lucha diaria, de entrega total a la profesión y un afán de mantenerse al día, ya sea a color o en blanco y negro, que el periódico, en esa forma, de todos modos se vende. O se regala.

La amistad de René perdura y se fortalece a través de Irma, su sucesora en las lides del diarismo lagunero y conocedora también de las cuestiones de circo y sus trapecistas con los hilos corridos, pues afirma, asegura y señala que las medias de las mujeres voladoras no tenían los hilos corridos como yo pensaba. –Se trata, subrayó con conocimiento de causa, de mallas, mallas que retienen y le dan forma al músculo, la dan tersura y redondez y fuerza sobre todo para sostenerse en el trampolín, a salvo de las miradas pecaminosas de los hombres que las miran, desde abajo, con arrobo y entusiasmo. Las mujeres también miran, pero ellas en plan profesional, ya lo dijo IBA, directora general de EXTRA de La Laguna, periódico fundado por el ex siglero René de la Torre Rodríguez el 11 de mayo de 1992.

Las plumas de Cuauhtémoc Torres y Jesús Máximo Moreno, (otro ex siglero) igualmente amigos de René, enriquecen el contenido del periódico tipo tabloide y como siempre, fiel y al pie del cañón, la licenciada Estrellita de la Torre Lomelí con sus “Estrellas en el Cielo”, lo mismo que un añorante José Luis Urdaibay; Fernando Rangel de León, un observador puntual y crítico de la política nacional y don Víctor Corcoba Herrero, quien desde España fraterniza con sus diálogos compartidos y un llamado a reducir brechas y superar contiendas inútiles. Hugo Ramírez Iracheta, ex trabajador de El Siglo de Torreón, del mismo modo contribuyó con su sabiduría literaria a darle cuerpo al periódico que ahora dirige Irma, pero el compañero prefirió partir a los cielos para hacerle compañía a René y al resto de la tropa que se nos adelantó en los asientos celestiales para disfrutar con las maromas que nos da la vida a quienes continuamos en este mundo, un mundo que a veces nos alumbra y en otras nos deshilacha. ¡Salud a todos ellos!, con mis mejores deseos en este nuevo aniversario del diario dedicado a ejercer un periodismo comprometido con la verdad y por lo tanto, con sus lectores. Sin mallas que lo constriñan, apremien, obliguen, impongan o exijan, ya lo dijo Larousse, el compilador de los sinónimos, antónimos, ideas afines y regionalismos de América Latina, un diccionario que vigila mi lenguaje rústico para que no me pierda en los laberintos de la lexicografía, con los hilos corridos ya de tantas piruetas en tierra, aire y mar. Y una vez más, levanto mi copa y digo: ¡Salud amigos míos! Y agrego: ¡Las otras Irma, la Casa paga!

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